“En la carrera de los salarios contra la
inflación de este año, los legisladores nacionales se colocan claramente en el
podio de los triunfadores”, dice La Nación al inicio de una nota. “Polémica por un fuerte aumento en la dieta
de diputados y senadores”, titula Clarín su artículo sobre el mismo tema.
Mientras que La Izquierda Diario
sentencia: “El aumento del 47 % en las
dietas de diputados y senadores generó gran indignación popular”. Ojalá, agrego
yo.
Según calculan
algunos, “$141.000 es el monto al que
podría llegar un legislador que cobra su salario más los adicionales por
desarraigo y viáticos (pasajes terrestres y de avión), pudiendo canjear estos
últimos por dinero en caso de no ser utilizados”. Y, por si algo le faltaba
esta historia, la diputada nacional mendocina de
Cambiemos, Susana Balbo, afirmó lo siguiente “deberíamos ganar el doble”.
La decisión
fue tomada por los presidentes de la Cámara de Senadores, Gabriela Michetti, y de
Diputados, Emilio Monzó, ambos de Cambiemos, la Alianza gobernante. Y vos, ¿qué pensas sobre este nuevo aumento
salarial de nuestros legisladores nacionales?.
Personalmente,
le voy a dar la razón a la diputada Balbo. ¿¡¿Qué?!?. Sí, lo que leíste. Dijo
la legisladora: “Si yo lo comparara con
los sueldos que tienen personas que están en mi empresa, que tienen mucha menos
responsabilidad que la de un diputado que está legislando para el país, deberíamos ganar el doble”.
En febrero de 2012 ya se había vivido una polémica
similar. En aquella oportunidad escribí un artículo titulado “Aumento a Diputados y Senadores Nacionales”. Allí
decía: “Desde un lado se habla de
polémico aumento, irritante, al decir que los legisladores se aumentaron la
dieta en un 100%. Se critica el hecho de que sea en un contexto de ajuste, de
quita de subsidios, y negando la inflación. Se cuestiona la desproporción con
los aumentos a negociar en las paritarias de los trabajadores. Y los opinadores
amateurs, influenciados por los opinadores pagos, no hacen más que quejarse e
indignarse, repartiendo insulto a mansalva. Reaparece, o resurge, el discurso
antipolítico”.
“Estamos hablando de legisladores nacionales.
Un diputado es un representante del Pueblo, elegido por el Pueblo. Los
legisladores nacionales pueden sancionar leyes, dejar de sancionarlas, o
derogarlas, y con ese simple voto pueden hacer felices a millones de personas o
arruinar sus vidas.
Y bueno, me dice uno, esos tipos no laburan
nunca, se la afanan toda, y no hacen nada por la gente. Eso ya es otra cosa. Y
quizás ahí debemos poner el eje del debate. No importa si poco más de 300 tipos
se suben el sueldo unos quince mil pesos cada uno por mes. Dentro del
presupuesto es un porcentaje ínfimo. El problema es que los actuales
diputados y senadores nacionales, en su gran mayoría, no se la merecen, no se
la ganan, y su trabajo realizado no lo vale. Pero esto es de todos los
días. Y nos tenemos que indignar, reaccionar y accionar, más allá de una tapa
oportuna de Clarín o un título interesado de TN.
Los legisladores nacionales, en su mayoría,
no representan a nadie. ¿Y por qué llegan ellos?. ¿Y por qué los terminamos
votando?. Hoy, lamentablemente, difícilmente pueda hacer política partidaria
con chanches reales de acceder a un cargo electivo el que no tiene plata.
Ahora, imaginémonos que algún día llegase un laburante, de esos que hoy hacen
malabares para llegar a fin de mes con su familia, y que trae propuestas
posibles, realizables, por el bien del Pueblo. ¿Alguno se molestaría porque
cobre $140.000 al mes?.
Y no quiero caer en esos pensamientos que
también se escucharon estos días: “un sueldo alto evita la corrupción”. El
corrupto lo es con sueldo bajo o con sueldo alto, aunque lo que pueden variar
son las tentaciones. Es cierto que lo que tiene que caer mal no es el aumento
sino las coimas, como dijo algún diputado. Pero una cosa es una cosa y otra
cosa es otra cosa”.
Indigna que los diputados y senadores
nacionales se aumenten el sueldo a sí mismos, en un porcentaje tan elevado,
desproporcionado con respecto a las paritarias de los trabajadores, ganando 10 a 12 veces lo que cobra un
docente, en un contexto de ajuste, de aumento de la desocupación, de incremente
de la pobreza, de tarifazos… Indigna.
Entonces, ¿qué alternativas existen?.
Miriam Bregman,
diputada nacional, declara: “Desde el
primer día que llegamos al Congreso con mi compañero Nicolás del Caño
presentamos un proyecto para que los diputados cobren el equivalente a un
sueldo docente. Eso hacemos los diputados del PTS-FIT, y además destinamos el
excedente al apoyo a las luchas de los trabajadores y causas populares”.
Por su parte, el legislador porteño de Bien Común, Gustavo Vera, lleva
devuelto a diferentes organizaciones de la sociedad civil, ante escribano
público, la suma de $860.000 pesos de su salario, a lo largo de los 34 meses de
su mandato. “De esa manera, Vera cumplió
con una de sus promesas de campaña que era la de quedarse con el salario
de un director de escuela y devolver el resto del dinero como legislador
a diferentes organizaciones educativas, deportivas, culturales, sindicales
y sociales”.
Para ir
finalizando, me pregunto: si un diputado
o senador nacional honrase su trabajo y lograse que se sancionen leyes que
eviten el endeudamiento público sideral que fomentan desde organismos
internacionales, o que no permitan la transferencia de ingresos de los sectores
vulnerables a los más poderosos, o, mejor aún, logre que avancen iniciativas
legislativas que mejoran la calidad de vida de millones de personas, que
generen trabajo digno, mayor poder adquisitivo en la gente, acceso a una
vivienda, a la educación, a la salud… ¿acaso no estaríamos de acuerdo en que
tiene más que merecido el actual salario?.
Pero sucede que solo excepcionalmente llegan a esos cargos aquellos que viven el día a día como nosotros. Suelen llegar los de siempre, la clase dirigente, la elite, la jerarquía, la casta, los de arriba, los que siempre ganan y nunca pierden... Por eso vuelvo a preguntarme: Si queremos obtener resultados diferentes, ¿por qué seguimos haciendo lo mismo?.
Pero sucede que solo excepcionalmente llegan a esos cargos aquellos que viven el día a día como nosotros. Suelen llegar los de siempre, la clase dirigente, la elite, la jerarquía, la casta, los de arriba, los que siempre ganan y nunca pierden... Por eso vuelvo a preguntarme: Si queremos obtener resultados diferentes, ¿por qué seguimos haciendo lo mismo?.
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