El cepo al dólar o el pasado del Papa; La justicia, la verdad, el
suicidio de Nisman y menos que menos los bomberos muertos de Iron
Mountain, no le importan. El pibe que mataron en un robo o la heladera
que compró y vino fallada, tampoco. Mintió. No le importaba ni la
corrupción, ni los pobres, ni el de al lado, y menos los que manda a
agarrar la pala desde Internet. El tema era culpar al peronismo de todo
lo malo. Nada más. A él solo le importó una cosa: que el gobierno no sea
peronista. Para él los Kirchner, Evita, Dolina, Corach, Leonardo Favio,
el Papa Francisco, Rodríguez Saa, Rodolfo Walsh, Cafiero, Cámpora y el
que silba la marcha de Hugo del Carril cuando limpia los vidrios,
fueron, son y serán, todos iguales, son todos enemigos que pertenecen a
ese movimiento maldito.
Si estando en el gobierno privatizan o estatizan, a él le da lo
mismo, siempre es malo, porque la acción no le interesa, sino la
identificación de alguien como peronista; y si van al norte o al sur,
está mal ambas cosas, solo porque son peronistas.
Como no puede admitir que vota y opina según una “camiseta”, siempre
“en contra de ellos” y que, en realidad, las ideas, las obras, las
acciones no le importan, se viste para la ocasión. Si se tiene que
vestir de socialista indignado; de comunista que tiene auto importado
con calcomanía del Che Guevara; de humanista porque postea si ve un
perrito perdido; de radical especializado en Illia porque murió pobre;
de Isaac Rojas subido a un avión bombardero; de estadounidense o francés
porque son países serios; de ciudadano derecho que pide golpe de Estado
o de republicano racional que entiende que la economía está por encima
de la gente, él se cambia sin vergüenza alguna. El fin justifica los
trajes: el gobierno no tiene que ser peronista. Punto.
El centro cultural más grande de la historia, el polo científico, los
trenes, la nacionalización de YPF, el matrimonio igualitario, los
satélites argentinos, el Hospital El Cruce, Tecnópolis, el billete con
las islas Malvinas, el plan Qunitas y el PRO.CRE.AR hubieran sido obras
de un gobierno no peronista, a él mucho no le hubiera importado, salvo
que lo beneficien en algo, pero sí afirmaría que son aciertos
irrefutables. Pero como son acciones de gestiones peronistas, entonces
son curros, no son los modales adecuados, lo importante no es la obra
sino el nombre o fueron gastos que no corresponde a este tiempo.
Lo que sí le importa es repetir que su fortuna personal no depende
del estado del país, mucho menos cuando hay gobiernos peronistas, y que
su familia y él son los poquísimos trabajadores serios y honrados, que
habitan “éste país” que anda mal porque, salvo él y unos pocos, el resto
son todos vagos peronistas y ladrones.
Cuando todo estalla y ya no se puede disimular que no se construyó
nada en función del pueblo, no será consecuencia de que los que venían a
salvar al país son inoperantes, deshonestos, cipayos y mucho menos dirá
“que mal voté, es que siempre voto lo que sea para no votar un
peronista”. En ese momento soltará una de sus frases escudo: “es que, al
final, son todos iguales, todos roban”. De esa manera, no hay análisis
ni cálculos, todos son corruptos. El gobierno que pone derechos del
trabajador en la Constitución, les otorga pensión a las amas de casa,
promueve el aguinaldo, y/o subsidia el transporte, la luz y el gas a los
que menos ganan, será, según él, igualito al que se quedó con los
ahorros que tenía la clase media en los bancos y no construyó ni un
hospital porque igual, al final “todos roban”.
Alejandro Dolina
Alejandro Dolina
https://www.identidadperonista.com/2018/02/14/las-excusas-del-gorila-todos-roban/