“No hay
hechos, sólo interpretaciones” dijo Nietzsche. Luego de darse una vuelta
por diversos medios masivos de comunicación, uno no hace más que confirmarlo.
En estos días el tema de tapa, por llamarlo
de alguna manera, es el aumento de la dieta de diputados y senadores
nacionales.
Desde un lado se habla de polémico aumento,
irritante, al decir que los legisladores se aumentaron la dieta en un 100 %. Se
critica el hecho de que sea en un contexto de ajuste, de quita de subsidios, y
negando la inflación. Se cuestiona la desproporción con los aumentos a negociar
en las paritarias de los trabajadores. Y los opinadores amateurs, influenciados
por los opinadores pagos, no hacen más que quejarse e indignarse, repartiendo
insulto a mansalva. Reaparece, o resurge, el discurso antipolítico.
Ahora, ¿alguno se preguntó cuánto ganaban
antes?. ¿Cuánto hace que no aumentan su dieta, a diferencia de otros rubros que
aumentan una o dos veces por año?. ¿Cuánto deberían ganar?. ¿En base a qué
criterio?. ¿Cuánto gana un juez?. ¿Y un ministro?. ¿Y otros empleados con
cargos de director o subdirector?. ¿Y un gerente en una empresa privada?. ¿Cuál
es el impacto del aumento en el presupuesto?. ¿Dónde hubiese ido esa plata que
ahora se destina a aumentarle la dieta a diputados y senadores?. ¿Alguno se
preguntó?.
Estamos hablando de legisladores nacionales.
Un diputado es un representante del Pueblo, elegido por el Pueblo. Los
legisladores nacionales pueden sancionar leyes, dejar de sancionarlas, o
derogarlas, y con ese simple voto pueden hacer felices a millones de personas o
arruinar sus vidas.
Y bueno, me dice uno, esos tipos no laburan nunca, se la afanan
toda, y no hacen nada por la gente. Eso ya es otra cosa. Y quizás ahí
debemos poner el eje del debate. No importa si poco más de 300 tipos se suben
el sueldo unos quince mil pesos cada uno por mes. Dentro del presupuesto es un
porcentaje ínfimo. El problema es que
los actuales diputados y senadores nacionales, en su gran mayoría, no se la
merecen, no se la ganan, y su trabajo realizado no lo vale. Pero esto es de
todos los días. Y nos tenemos que indignar, reaccionar y accionar, más allá de
una tapa oportuna de Clarín o un título interesado de TN.
Los legisladores nacionales, en su mayoría,
no representan a nadie. ¿Y por qué llegan ellos?. ¿Y por qué los terminamos
votando?. Hoy, lamentablemente, difícilmente pueda hacer política
partidaria con chanches reales de acceder a un cargo electivo el que no tiene
plata. Ahora, imaginémonos que algún día llegase un laburante, de esos que hoy
hacen malabares para llegar a fin de mes con su familia, y que trae propuestas
posibles, realizables, por el bien del Pueblo. ¿Alguno se molestaría porque
cobre $30.000 al mes?.
Y no quiero caer en esos
pensamientos que también se escucharon estos días: “un sueldo alto evita la
corrupción”. El corrupto lo es con sueldo bajo o con sueldo alto, aunque lo que
pueden variar son las tentaciones. Es cierto que lo que tiene que caer mal no
es el aumento sino las coimas, como dijo algún diputado. Pero una cosa es una
cosa y otra cosa es otra cosa.
Indignémonos por lo que hay que
indignarse. Y también pasemos a la acción. Pero sólo vamos a salir adelante con
menos politiquería y más política.
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